miércoles, 25 de abril de 2012

Sólo podía ocurrir de madrugada (mini relato)

Estaba sola, en su cuarto, ante su ordenador como de costumbre. Un día más pasaba y nuevas lágrimas brotaban de sus ojos y recorrían sus mejillas mientras veía una películas que lo único que conseguía era recordarle más aún lo sola que estaba.
Ya era por la noche pero no había cenado, el apetito no era muy amigo suyo desde hacía tiempo ya. Tenía una montaña de tareas pendientes que no tenía ni la más mínima intención de hacer, ya lo había intentado muchas veces y nunca conseguía avanzar, por lo que decidió dejar de intentarlo.
Llevaba dos días sin tener ningún tipo de contacto con nadie, ni por teléfono, ni por ordenador, y mucho menos en persona. La última vez que vió a alguien fue cuando terminó las clases el último día de la semana, pero tampoco tenía ganas de salir, ni de interactuar con nadie, solo quería estar bajo la colcha, escuchando el ordenador de fondo, y llorar, tenía muchas ganas de llorar.
Ese fin de semana estaba sola en casa, ya que sus dos compañeros de piso se habían ido a sus respectivas ciudades, y lo prefería, porque así sabía que no se vería en la obligación ni si quiera de hablar con alguien si se los encontraba por el pasillo, no tenía ganas de hablar, sólo lloraba, apenas se levantaba de la cama, y cuando lo hacía iba arrastrando los pies sin fuerzas, sin ganas, deseando volver rápido a la cama y que pasaran los días lo más rápido posible y se llevaran ese dolor que sentía.
De pronto sonó el portero. Obviamente no esperaba visita alguna, por lo que era bastante raro que un sábado por la noche alguien llamara al portero, pero en ese momento toda lógica posible le daba igual, asique simplemente se levantó muy a su pesar de la cama lentamente y fue hacia la cocina arrastrando los pies por el pasillo y con los ojos aún humedecidos por las últimas lágrimas que habían derramado. Cogió el telefonillo y preguntó, pero como estaba roto no se escuchaba nada, asique simplemente decidió abrir el portal para volver cuanto antes a la cama, y así lo hizo, apenas pudo volvió a la cama para volver a acurrucarse entre las sábanas, pero justo entonces sonó el timbre del piso.
De nuevo volvió a levantarse lentamente y se dirigió hacia la puerta extrañada. Encendió la luz de la entrada y miró por la mirilla para ver quien aparecía por allí a esas horas de la noche, y allí estaba él. No podía creerlo, asique abrió rápidamente para comprobarlo, y efectivamente era él, su amado, se encontraba ante su puerta, con un ramo de rosas rojas en las manos y una sonrisa tan amplia como la que se formó en el rostro de ella al verle. Sin esperar un segundo más se avalanzó sobre él rápidamente acurrucándose entre sus brazos, apretándole con fuerza contra ella, y sin poder aguantar más separó lo explusivamente necesario sus cuerpos para poder besar los labios que tanto ansiaba, y por fin pudieron fundirse en un beso eterno que hizo que todo a su alrededor desapareciese, que todos sus problemas volasen y que sólo pudiera pensar que al fin estaba junto a él, entre sus brazos, y besando sus labios...los labios más dulces que jamás había probado.

"On Abatar Ura Masarakato On-Gataru"

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